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Lo que conocemos no es el mundo en sí, es el mundo con nuestro conocimiento: no podemos separar el mundo que conocemos de las estructuras del mundo que pensamos

(Edgar Morín)




Soñar es abrir una puerta de la mente. Todas las esperanzas, ambiciones, deseos, miedos, fantasmas, amigos, tiempos buenos y malos residen allí, son parte de la mente primitiva y constituyen una vía de acceso a realidades que están más allá del alcance de la lógica, han sido objeto de estudio a través de los siglos y forman una parte importante del psicoanálisis moderno.


Los sueños se producen como resultado de un complicado proceso que implica a los recuerdos y al hipocampo, una región del cerebro asociada a la memoria, según ha podido determinar una investigación de científicos canadienses.


Esta investigación ha podido establecer asimismo que los recuerdos con los que soñamos pueden tener una antigüedad de hasta una semana, lo que ha desvelado el funcionamiento hasta ahora oculto de la memoria: nuestros recuerdos pasan de una región del cerebro a otra antes de ser almacenados y soñamos con ellos durante ese intervalo.


Según la teoría de Sigmund Freud, los sueños expresan nuestros deseos inconscientes.


Todos soñamos, sólo que en general no lo recordamos. Los sueños pueden tener un significado oculto, porque la mente utiliza símbolos, que reemplazan a los protagonistas y a los escenarios, para evitar interrumpir el descanso.


Para Carl Gustav Jung, soñar representa la posibilidad de conectarse con el inconsciente en forma simbólica. Los símbolos según Carl Gustav Jung, son arquetipos heredados que se encuentran en el inconsciente colectivo y representan cada uno de los contenidos primarios de la memoria, comunes a todos los hombres o grupos étnicos particulares. Los símbolos tienen un amplio significado y son iguales para todos, pero la interpretación depende de la circunstancia particular de cada uno.


Nuestra vida cotidiana es el semillero de nuestros sueños. Las experiencias que tenemos a lo largo del día suelen ser el origen de las imágenes oníricas que generamos mientras dormimos.


Pero, ¿cuáles son los mecanismos que nos permiten construir dichas imágenes? Y, ¿tienen alguna relación las imágenes con la formación de nuestra memoria?


Ambos son misterios muy difíciles de resolver, ya que los sueños son un campo de estudio muy complicado. No pueden analizarse directamente, sino siempre a través del soñador: a cada minuto que pasa, olvida más y más detalles de lo que ha soñado. Una de las características de los sueños es que rara vez, excepto en casos de problemas postraumáticos, reflejan una experiencia completa.


Una idea, un objeto, una textura que hemos percibido durante el día, es lo que en realidad aparece mayormente en nuestros sueños.


Además, los bautizados por Freud como “residuos diurnos”, esto es, los recuerdos que se nos quedan prendidos en la memoria durante el día, pueden aparecer 5 ó 7 días más tarde en nuestros sueños, denominado estos recuerdos tardíos como “el efecto del intervalo de los sueños”.


¿Qué quieren decir los sueños?


En el momento cuando dejamos a nuestra mente libre para que pueda descansar, enseñar, advertir, desahogarse...


Fue Freud quien descubrió la importancia que tienen los sueños para conocer la personalidad de los seres humanos.


Una novedad que originó un escándalo en la Viena del siglo pasado, aunque ya se habían escuchado teorías muy audaces.


Pensemos que la Medicina clásica consideraba que los sueños eran la consecuencia de un malestar físico y, en el mejor de los casos, la evidencia de un caos mental imposible de descifrar.


Durante el sueño, nuestra mente sigue funcionando, representando el mundo que nos rodea y utilizando, para ello, los mismos instrumentos que emplea cuando estamos despiertos, los cuales son sensaciones, emociones, palabras e imágenes.


¿Qué quieren decir las imágenes con las que soñamos?


En la antigüedad clásica, los sueños eran entendidos como revelaciones divinas o demoníacas, y podían además revelar el porvenir del sujeto que soñaba.


Luego, desde Aristóteles los sueños pasaron a ser una actividad del alma, y no de los dioses.


Ya desde la antigüedad, con Artemidoro, los sueños incluso podían ser interpretados, o sea transformados en un lenguaje entendible.


Freud llegó más lejos al ordenar los sueños en una especie de Catálogo de


Símbolos, para demostrar que todas las emociones y pasiones reprimidas aparecen inevitablemente en la mente de los seres humanos cuando se metan en la cama y cierran los ojos.


A partir de este momento crucial se origina un universo onírico que da vida al inconsciente.


Esta fue la base del psicoanálisis, que se cuidaron de ampliar Carl Jumg, Adler, Karen Horney y Newman.


Sabemos que nuestros sueños son únicos. Ninguna otra persona puede tener nuestros antecedentes, nuestras emociones, o nuestras experiencias.


Cada sueño se conecta con su propia "realidad". Por lo tanto, al interpretarlos, es importante ponerlos en el contexto de nuestras experiencias y vida personal.


Suponemos que un glosario sencillo de las formas más comunes de los sueños, con su correspondiente significado, partiendo de un concepto general del psicoanálisis, puede beneficiar a quien lo utilice. Pero sólo se ha de tomar como una referencia, obsesivos, convendría recurrir a un médico de la mente.


No hace falta llegar a la locura para pedir consejo a un psiquiatra o a un psicoanalista.


Esta costumbre que parece tan generalizada entre los norteamericanos, como podemos ver en el cine, supone un alto nivel cualitativo propio de las modernas civilizaciones. Las dudas psíquicas conviene dialogarlas con los profesionales que saben escuchar y encontrar soluciones; aislarse en una soledad tozuda supone todo un error.


Sólo los sueños y los recuerdos son verdaderos, ante la falsedad engañosa de lo que llamamos el presente y la realidad. El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo.

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