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La globalización supone indudables ventajas, pero también grandes desventajas. Entre los actores que se han beneficiado están las instituciones financieras, las empresas multinacionales, las mafias internacionales, turistas, ONG, y la mano de obra muy cualificada. El 20% más rico de la población mundial ganaba 30 veces más que el 20% más pobre en 1960. En 1990 la proporción era de 60 a 1, y en 1997 la diferencia era de 74 a 1, según el PNUD. El siglo XX ha acentuado la desigualdad, en vez de reducirla. En 1820 la proporción era de 3 a 1, de 7 a 1 en 1870, de 11 a 1 en 1913, y de 74 a 1 en 1997, es decir, hoy las desigualdades son mayores que nunca. También hoy más de 80 países (el África subsahariana y los países del antiguo bloque soviético) tienen una renta per cápita inferior a la de hace una década, y curiosamente muchos de estos países son los más integrados en el comercio global en términos de PIB.

La globalización económica, o el aumento del comercio exterior, se ve favorecido por la apertura y liberalización de los mercados y por el impacto de la actual revolución tecnológica sobre las comunicaciones tanto físicas (transportes), como electrónicas (información). Uno de los aspectos clave es la gran movilidad del capital financiero, la existencia de un mercado planetario donde diariamente y a la instantánea velocidad de la luz, las redes electrónicas mueven e intercambian sin control, 1,5 millones de millones de dólares. El 20% de los bienes y servicios producidos anualmente son exportados e importados.

Sin embargo, la palabra globalización no se usa sólo referida a la globalización económica o financiera, sino que abarca otros aspectos. Se trata de un proceso que integra las actividades económicas, sociales, culturales, laborales o ambientales. La globalización supone también la desaparición de las fronteras geográficas, materiales y espaciales. Las redes de comunicación, desde Internet a los teléfonos móviles, ponen en relación e interdependencia a todos los países y a todas las economías del mundo, haciendo realidad la llamada aldea global. Globalización y neoliberalismo no son términos sinónimos, pero actualmente se produce una repetida concordancia entre el fenómeno físico de la globalización y el fenómeno ideológico del neoliberalismo. La redistribución de la renta, a escala nacional y mundial, se relega completamente, y la única esperanza es un utópico derrame.

Creo que la profunda crisis por la que atraviesa el mundo de hoy y que se extiende a través de un complejo proceso de globalización, afecta de manera sistémica a todos los órdenes, estructuras e instituciones de la sociedad, a ese proceso no escapan los países altamente desarrollados, incluso allí en el “Viejo Continente”. Lógicamente, los gobiernos e instituciones nacionales y regionales del área, que conforman la sociedad política de ese entorno, intentan crear mecanismos de anticrisis para enfrentar las consecuencias y afectaciones de ese proceso. Un ejemplo fehaciente de hasta dónde ha llegado el nivel de complejización de la cultura política y de las relaciones, nacionales, regionales e internacionales que de ella se derivan, son los crecientes conflictos étnico‑nacionales que pretenden la fragmentación cuasi tribálica de Europa, como se evidenció con el reciente “Conflicto Balcánico”. A estos cruciales problemas habría que añadir los de carácter global que afectan a escala universal a todas las esferas de la sociedad, como son las secuelas que provocan hoy día las migraciones y con ellas la exacerbación de la xenofobia y el racismo, como también los problemas del hábitat, resultado del alto grado de concentración de población en las urbes. El crecimiento de la violencia, la criminalidad y la drogadicción son, sin duda, consecuencia de la llamada "modernidad" que se desarrolla en los marcos de la "democracia representativa". Así como el agotamiento de los modelos tradicionales de desarrollo de esas sociedades.

Está dicho: toda crisis ofrece una oportunidad. Nunca como ahora, el viejo proverbio chino recobra una inesperada actualidad ante un escenario tan desfavorable como el que se presenta a escala global. Y la economía regional no queda ajena a este contexto.

La comunicación es una actividad propia de todo ser humano, este es el desafío, que involucra la puesta en común de mensajes significativos, mediante diversos canales con el objetivo de influir en las opiniones, actitudes y conductas de los públicos en general y a los pertenecientes a una comunidad a una organización y grupos sociales.

En el plano práctico del acceso a la Internet, las condiciones de la infraestructura instalada en América Latina registran todavía un gran desfase en comparación con los países desarrollados, pero en la mayoría de esos países son lo suficientemente accesibles como para permitir la conectividad en condiciones regulares, por lo menos en las ciudades.

Tener una computadora conectada a Internet acelera el ritmo de las comunicaciones y de allí surgen nuevas necesidades de comunicar, lo cual, si bien a veces genera roces con la cadencia acostumbrada en los grupos sociales y en las comunidades, paulatinamente provoca cambios en los tiempos y formas de organización. Ello no es problema cuando se canalizan estos cambios en un sentido constructivo; pero dejarse arrastrar por el movimiento inercial sí puede traducirse en situaciones conflictivas. Que contribuya a fomentar la participación, el sentido de pertenencia y un ambiente laboral favorable para la prosperidad de todas las organizaciones las comunidades sociales.

Internet es el tejido de nuestras vidas en este momento. No es futuro. Es presente. Internet es un medio para todo, que interactúa con el conjunto de la sociedad y, de hecho, a pesar de ser tan reciente, en su forma societal

Creo firmemente que las características específicas de la red favorecen su utilización por parte de los movimientos políticos, sociales y organizaciones emergentes como una herramienta potente e innovadora de participación social en la línea de una mayor democracia directa. A través de Internet los movimientos y grupos sociales consolidan una cada vez más amplia y coordinada comunidad virtual. Sus ágiles y hábiles acciones de protesta prefiguran ya el prototipo de lo que serán las revoluciones sociales del futuro.

Estos nuevos instrumentos de comunicación y de acción impulsan el denominado paradigma de la identidad que enfatiza aspectos psicosociales básicos como la construcción social de la realidad, la identidad colectiva, los valores y la toma de conciencia social.

Lic. N.A.

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