Es nuestra característica, de los seres humanos, de ordenar nuestro comportamiento encauzándolo hacia las metas que consideramos que han de satisfacer nuestros impulsos en la búsqueda de los objetivos que perseguimos.
Es frecuente, que no podamos satisfacer íntegramente estos impulsos, ya sea por circunstancias ajenas a nuestra voluntad o, también, por causas imputables a nosotros mismos.
Así que todos los que pasamos por este planeta, afrontamos alguna vez eso que hemos denominado frustración y habremos aprendido ya afrontarla, aunque hay muchos que no han podido salir del estado que la origina cuando no se le ha enfrentado adecuadamente.
Se entiende, que la frustración es una situación de tensión emocional. Aprender a detectarla y conocer sus causas es el primer paso para superarla.
Es un sentimiento que fluye cuando no se consigue alcanzar el objetivo que uno se ha propuesto y por el que se ha trabajado, luchado. Esto da paso a que se manifieste la ansiedad, rabia, depresión, angustia, ira, desde luego, sentimientos y pensamientos autodestructivos para el sujeto.
La frustración puede ser desencadenante de problemas psicológicos, con lo que hablaríamos de frustración patológica, caso en el que se debe acudir a un profesional.
Es así que la sensación de frustración es ocasionada por la interferencia que impide la ejecución, en el momento oportuno, de un objetivo. De la suma de sensaciones de frustración que se podría tener guardadas en el inconsciente se genera la sensación de fracaso, causante en la mayoría de los casos de la auto-agresión.
Entonces podemos decir que se entiende por frustración el estado de decepción creado emocionalmente cuando alguien espera realizar su deseo y se ve impedido de hacerlo.
La importancia de la frustración ha sido puesta de manifiesto prácticamente por todas las ciencias del espíritu: la Psicología experimental, la Psicología evolutiva, la Psicopatología evolutiva, la Psicopatología, el Psicoanálisis, la Historia, etc., también en el campo de la Psicología animal se han hecho estudios sobre las consecuencias de la frustración.
El proceso de madurez no es más que una larga carrera de obstáculos. A lo largo del desarrollo vital nos encontramos con numerosas barreras que impiden o dificultan la realización de nuestros deseos e impulsos
No todas las frustraciones son conscientes; muchas de ellas, especialmente las que tuvieron lugar en la infancia, son reprimidas y permanecen inconscientes. Cuando estas frustraciones implican una intensa descarga emocional pueden convertirse en causa de neurosis, o por lo menos en factor desencadenante de la misma.
Cuando la frustración se plantea en el plano consciente, normalmente es aceptada y no constituye un elemento distorsionante de la personalidad. El Psicoanálisis ha acentuado la importancia de las frustraciones debidas a la temática planteadas por el complejo de Edipo.
Una persona puede sufrir heridas psíquicas como consecuencia de un acontecimiento o situación que influye de forma negativa en su vida. Algunos acontecimientos de la vida pueden marcarnos de manera decisiva ya sea por la intensidad de ese acontecimiento, o ya sea porque se trate de alguien psicológicamente débil.
Los traumas pueden producirse a cualquier edad, aunque quizá la edad más frecuente sea la infancia y la juventud ya que son los periodos en los que personalidad no se ha configurado aún y cualquier acontecimiento puede influir de forma más decisiva.
De una experiencia dolorosa, unas personas aprenden, reflexionan y obtienen conclusiones positivas que les hacen por ejemplo más flexibles, tolerantes e incluso fuertes. Otras, sin embargo, se hunden y no ven salida.
Cualquiera que sea la causa que imposibilite la satisfacción de nuestros impulsos, el resultado siempre será el desajuste emocional que se ha de manifestar en forma de frustración o de conflicto que nos producirá el estado de ansiedad que puede llevarnos a la utilización de los mecanismos mentales de defensa y evasión que pongan en peligro nuestro desarrollo emocional.
Entonces cuando hay un impulso, un deseo, y la persona no es capaz de satisfacerlo, aparece entonces lo que en Psicología se llama frustración. Que se manifiesta como un estado de vacío o de anhelo insaciado.
En conclusión, podemos conseguir asumir nuestras limitaciones es un punto fundamental ya que cuando sabemos convivir con las frustraciones es cuando nuestras metas y objetivos se asientan sobre un plano real, relegando nuestros objetivos o deseos inviables, sabiendo en todo momento que no somos superhombres.
Lo que está claro es que de una experiencia dolorosa, unas personas aprenden, reflexionan y obtienen conclusiones positivas que les hacen por ejemplo más flexibles, tolerantes e incluso fuertes. Otras, sin embargo, se hunden y no ven salida. Para estos últimos recordar que lo mejor es pedir ayuda, hacer un trabajo de superación y entender estos acontecimientos como algo más de la vida y no como el motor de la misma.